Emprendimiento: alternativa ante la falta de empleo

Para Mi Gente Informa Giovanni Aldana

La pandemia vino a agudizar la situación económica de la mayoría de los guatemaltecos. Muchos perdieron su empleo formal y por la misma contingencia se les dificultó encontrar un nuevo trabajo que les garantizara los ingresos necesarios para subsistir.

El emprendimiento fue una vía para poder agenciarse de recursos para vivir. Sin embargo, no la han tenido fácil pues deben enfrentarse a un mercado competitivo, lleno de ofertas similares, así que la creatividad ha sido un factor determinante para salir a flote.

Según el Monitor Global de Emprendimiento, Guatemala se define como un país emprendedor y posee la Tasa de Emprendimiento Temprano más alta, un 28 por ciento, siendo el quinto país en América Latina y del mundo en cuanto a este tipo de iniciativas.

Emprender se ha convertido en una alternativa para muchas personas que no han conseguido insertarse o mantenerse con éxito en el mercado laboral formal. La mitad de los emprendimientos en nuestro país son de personas comprendidas entre las edades de 18 a 34 años. 

Según la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos (ENEI), casi el 70 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) trabaja en la informalidad, sin un sueldo fijo ni prestaciones. Una cifra bastante alta que sólo refleja las escasas posibilidades que tienen los guatemaltecos para acceder a un empleo formal.

Y no se trata de personas con falta de preparación o experiencia. La poca oferta laboral ha obligado a muchos a ganarse la vida en actividades económicas que no imaginaron, pero que por necesidad han tenido que aprender.

Hoy les compartimos algunos casos de éxito de guatemaltecos que, a falta de un empleo, se las han ingeniado para generarse sus propios ingresos por medio de sueños, creatividad, trabajo duro y persistencia.

Marca Patito

Yoli es diseñadora gráfica de profesión, pero desde hace años decidió lanzarse a la aventura de tener su propio negocio. Ella se dedica a la fabricación artesanal de muñecos de peluche inspirados en la cultura pop.

“Siempre me gustó hacer manualidades y recuerdo que para una convención de fans de animé, hice gorros de fieltro de diversos personajes. En una semana hice 14 y se vendieron 13. Allí vi que podía emprender mi sueño de trabajar por mi cuenta”, explica.

La demanda por los gorros creció y Yoli empezó a fabricar más, siempre de manera artesanal. Llegó a hacer más de 100 para cada convención a la que asistía y los vendía todos. “Después me empezaron a pedir muñecos de peluche de personajes específicos. Nunca los había hecho, pero me aventé”.

Recuerda que uno de sus más grandes retos fue elaborar un oso de peluche de dos metros para una pedida de mano, pero el cliente solo le dejó una semana para hacerlo. “Fue difícil pues todo lo coso a mano para que quede mejor; al final, el cliente quedó satisfecho”, cuenta.

Marca Patito es una expresión popular para indicar que algo es de mala calidad, pero Yolanda se ha encargado de darle un valor agregado a la expresión, por medio de sus productos. De tanto coser, desarrolló una inflamación de tendón conocida comúnmente como “codo de tenista” pero eso no le ha impedido seguir trabajando con su sueño.

Ahora, ya cuenta con máquina de coser y un taller con todo lo necesario para atender los pedidos de sus clientes. Allí han visto la luz personajes diversos como pokemones, el gatobus de la película de animé “Mi vecino Totoro”, y otros más específicos que resultan al final piezas únicas.

Entre los retos que enfrentó fue cambiar su modelo de negocio a raíz de la pandemia de Covid-19. Al suspenderse toda actividad que implicara reuniones masivas, tuvo que aprender a promocionar sus productos en las redes sociales y encontrar un sistema de entrega a domicilio.

“Pueden encontrarme en Facebook e Instagram como Marca Patito. Allí pueden ver las creaciones que hago. Lo único que lamento de esto es que a mi me gusta ver la cara de satisfacción de mis clientes al entregarles los peluches personalmente. Pero entiendo que ahora así deben funcionar los negocios”, explica.

Ser emprendedor no es fácil y Yolanda lo sabe, pero asegura sin dudarlo que es una experiencia gratificante. “Es duro, porque uno debe buscarse su clientela, pero si uno vive con miedo, nunca se va a hacer nada. Lo más difícil de vencer es el miedo a fracasar. Si no lo intentamos, no sabremos de lo que somos capaces”, indica.

Cajita de Sorpresaz

Priscilla trabajó por muchos años en una agencia de publicidad, pero ante la escasez de oferta laboral se animó a abrir una miscelánea de regalos de ocasión, dulces y piñatería, sin saber mayor cosa de administración de negocios o venta al detalle.

“Empezamos el negocio con dos amigas más que estaban en la misma situación que yo. Al principio simplemente comprábamos mercadería para revender, pero nos dimos cuenta de que debíamos ofrecer un valor agregado en nuestros productos y en el servicio”, cuenta.

Así que decidieron capacitarse en cuanto curso encontraron para aprender a hacer arreglos de globos, de dulces y de elaboración de tarjetas personalizadas. Esto les abrió más oportunidades de negocio y la clientela empezó a crecer.

“Cada una se metió a cursos diferentes para poder abarcar más conocimiento. En el Intecap recibimos cursos de montaje de eventos, elaboración de decoraciones de globos y administración de pequeños negocios”, cuenta Priscilla.

Ellas descubrieron que existen muchas instituciones que ofrecen capacitaciones a costos accesibles para mejorar su emprendimiento. “Yo me inscribí a unos cursos que ofreció la Municipalidad capitalina y aprendí a hacer variedad de creaciones con porcelana fría. Eso nos ha permitido ofrecer productos exclusivos como dijes, aretes y llaveros de los personajes de moda, como los del videojuego Among Us, por ejemplo”, explica.

Pese a que pareciera un emprendimiento tradicional en el que cuentan con un local, se han valido de las redes sociales para darse a conocer de mejor manera. “Al principio no sabíamos mucho de cómo funcionaban las redes, pero hemos aprendido y nos ha funcionado bastante bien. Gracias a ellas hemos tenido la oportunidad de trabajar en decoraciones de eventos como bodas, cumpleaños y bautizos”, indica Priscilla.

Y es que, tras la pandemia muchos emprendimientos tuvieron la necesidad de cambiar su modelo de negocio y adaptarse a las nuevas tecnologías para subsistir durante el tiempo que duró cerrado el país.

Ahora, Cajita de Sorpresaz es un emprendimiento que atiende clientela de forma tradicional en su local de la zona 5 pero también por medio de las redes sociales.

“Lo importante es perseverar. Tuvimos un primer intento en un local en un centro comercial de la zona 18 pero por la pandemia tuvimos que cerrar pues no podíamos pagar por un local que íbamos a tener cerrado. Decidimos reabrir en la zona 5 y nos ha ido bastante bien. En un negocio hay tiempos buenos y malos, pero no hay que dejarse vencer por la incertidumbre”, agrega Priscilla.

El Rito Club

Roberto perdió su empleo como periodista debido a la crisis que atraviesa el sector de los medios impresos en nuestro país. Apenas un puñado de medios subsisten publicando a diario en papel, así que se dio cuenta que era el momento de dedicarse a su otra pasión.

Fan declarado de la música rock, soñaba con tener un local en que el público pudiera llegar a escuchar música mientras tomaba un par de cervezas. Pero se dio cuenta que existían muchos bares en la ciudad que ofrecían lo mismo, así que decidió crear un concepto. Así nació El Rito Club.

“Cuando fui a varios conciertos en México me di cuenta de que existían bares conceptuales y decidí que quería tener uno en Guatemala. Quedarme sin empleo fue al final una bendición porque me impulsó a trabajar en mi sueño”, dice.

El Rito ofrece una variedad amplia de cervezas artesanales nacionales e importadas y el ambiente lo pone con una impresionante colección de discos en vinilo. “Escuchar discos de vinilo mientras se disfruta de una cerveza artesanal se ha convertido en una cultura creciente en nuestro país. Me encanta saber que hemos sido de los pioneros”.

El éxito no le llegó a la primera. Abrió un local en Cuatro Grados en la zona 4 capitalina, pero por diversos factores no funcionó. Lejos de desanimarse, aprendió de la experiencia fallida y en compañía de un socio abrió nuevamente en la zona 14, con un concepto más definido.

Su socio desistió, pero Roberto integró a Tania, su actual pareja, y entre ellos han trabajado duro por establecer el nombre de El Rito. “Lo importante es mantenerse enfocado. Los errores, si se le pueden llamar así, son experiencias que nos sirven para ir mejorando el servicio. Tenemos visitantes extranjeros que han escuchado del club y vienen a conocerlo. Otros traen sus propios discos para que los pongamos mientras están acá”, explica Roberto.

Como es un mercado muy competitivo, Roberto reconoce que el reto más grande que han enfrentado es mantener ese sentido de novedad entre sus clientes. “Yo de cerveza sabía muy poco, pero hemos ido aprendiendo de a poco. Nos hemos involucrado en el proceso de conocer sobre su producción y a encontrar las sutiles diferencias entre cada tipo de cerveza”, explica.

La pandemia amenazó con acabar con el sueño, pero la pareja se las arregló para mantenerse a flote, ante el cierre del país que golpeó más fuerte al sector de bares y restaurantes.

“Tuvimos que ingeniárnoslas y nos aventamos a vender combos de cervezas artesanales a domicilio. Como el concepto del club es vender una experiencia cervecera, organizábamos convivencias virtuales por medio de transmisiones en vivo en Facebook en los que empezamos a hablar de cerveza con nuestros clientes. Ellos compraban los combos para consumirlos precisamente durante las transmisiones”, recuerda.

Una de las claves de su éxito y de su crecimiento es que entendieron que la innovación, el buen servicio y ofrecer un producto con un valor agregado eran claves para permanecer en el gusto del público.

¿Piensa usted emprender?

Estas historias de éxito pueden servirle de inspiración si está pensando en emprender. Es un trabajo duro, pero como dice Yoli, lo importante es quitarse el miedo. “No hay nada mejor que ser uno su propio jefe. Tengo amigos que han perdido sus empleos formales pero que tienen sueños, así que los he empujado para que trabajen en ellos. ¿Por qué debe uno depender de alguien más?”, dice.

En el caso de Priscilla y sus amigas, la innovación fue la clave. “A veces no es necesario invertir mucho. Hay instituciones y asociaciones que ofrecen cursos accesibles para aprender cosas nuevas. Con imaginación e inventiva se pueden hacer cosas distintas hasta con tutoriales de YouTube. Cuando se es emprendedor, la creatividad es una herramienta importante para destacarse del resto y lograr una clientela cautiva”, explica.

Para Roberto, su faceta de periodista quedó atrás. “Fue una experiencia apasionante ser periodista. Pero no se compara al hecho de trabajar en tus propios sueños. Ya no me veo trabajando en una relación de dependencia. Ha sido satisfactorio concretar el sueño de tener un bar, pero se debe trabajar duro. Y, sobre todo, ser perseverante”, finaliza.

El guatemalteco es creativo y muy trabajador. Eso es innegable. Ahora solo falta que el Estado impulse más programas que estimulen el emprendimiento y faciliten la inserción de los trabajadores informales de manera que puedan tener acceso a seguro social y certeza jurídica.